Piñera nos toca la oreja
Escrito por Claudio Jorquera. La Voz de Maipú, diciembre 9, 2020
Quien dirige los destinos de nuestro país (Sebastián Piñera) actúa como un niño. Ciertamente no por la inocencia -de inocente no tiene nada-, sino por las formas de reaccionar cuando se le pilla en alguna falta. Y las personas que lo rodean -semejantes a él o temerosas de contradecirlo- entregan explicaciones igual de pueriles.
El último episodio de estas características fue el denunciado por el registro fotográfico de The Clinic: Piñera, el Presidente de Chile paseándose por una exclusiva playa, sin mascarilla. La prensa alternativa y las redes sociales divulgaron esas fotos permitiendo que nos enteráramos. A los medios tradicionales -varios de ellos, verdaderas agencias de relaciones públicas- no les quedó otra que dar a conocer la noticia. Quizá, de otra forma no hubiéramos tenido idea de este suceso. Las fotografías son elocuentes, el mandatario estaba a cara descubierta junto a otras personas, salvavidas incluidos. La explicación es que estaba solo y que las personas se le acercaron. Igual que un chiquillo que echa la culpa a otros por la falta cometida, “yo no tuve la culpa, fueron ellos los que lo hicieron”.
En marzo de este año, entre otras situaciones similares, ya habíamos visto episodios como ese. El mandatario se bajó del auto para -según él- saludar a un grupo de carabineros. Luego pidió que le sacaran una foto sentado en la base del monumento a Baquedano.
“Piñera nos toca la oreja”
Hizo lo que quiso, sin respetar la cuarentena de ese momento, y le “tocó la oreja” a todos los que habían protestado en esa plaza. En mi tiempo de niñez, “tocar la oreja” era provocar a otro para demostrar que se era mejor, más valiente, “más bacán”, e iniciar una pelea.
Luego de esos hechos, infantilmente, se pide perdón, se dan explicaciones y “aquí no ha pasado nada”. Que no tuvo intención de causar daño, que no lo entendieron, que los demás son los culpables. Si es mucha la “alharaca”, se autodenuncia para proyectar la imagen de “estadista responsable” que respeta la ley. Claro, porque lo pillaron.
Esa actitud supone, también, tratar a otros como niños que deben creer todo lo que se les dice. Por eso se dan explicaciones absurdas y se crean ficciones, a pesar de que las imágenes dicen lo contrario. Por eso, sus seguidores, en el reciente hecho, lo justifican con argumentos igual de pueriles: fue una falta administrativa y la mayoría andaba en la playa sin mascarilla. Tal como alguien dijo, ante algunas explicaciones, “ni Cantinflas se atrevería a tanto”.
Esto sería cómico y hasta daría para memes, pero -desgraciadamente- no es así. Es grave, porque estamos en medio de una pandemia que ya ha cobrado miles de vidas. Hasta ahora la única defensa contra este virus es el cuidado personal. Tal como se insiste, solo queda usar mascarilla, lavado frecuente de manos y la distancia física. Sin embargo, ¿cómo se puede pedir a las personas comunes y corrientes, como usted y como yo, que nos cuidemos, que seamos responsables, si el propio presidente de la república no respeta los protocolos sanitarios? El mensaje que se entrega con esas acciones es que la crisis no es tan grave. Por eso, no uso mascarilla en la playa o la uso mal en otras circunstancias, rompo cuarentenas y asisto a funerales.
Todos los expertos señalan que no basta con una gran cantidad de ventiladores mecánicos -entregados con gran parafernalia- para combatir el virus del Covid 19. Se requiere cuidados personales, aislamiento, trazabilidad. Se necesita estar dispuestos a reconocer que otros saben más que uno y que las conductas recomendadas son las adecuadas. En otras palabras, se necesita humildad. Precisamente lo que le falta al presidente.