Gato por liebre
Escrito por Claudio Jorquera Aceituno. La voz de Maipú, julio 15, 2020
Que no le “pasen gato por liebre” es una expresión popular que alerta ante un posible engaño. Frente a la crisis de confianza que existe hoy, especialmente en Chile, ese dicho tiene especial relevancia. Constantemente somos sorprendidos al recibir algo distinto a lo que se nos había prometido o se atribuyen responsabilidades o culpas a otros.
En la actualidad, algunas autoridades, incluido el Presidente de la República, nos dicen que “enfrentamos dos de las peores pandemias que la humanidad ha sufrido en los últimos 100 años: la Pandemia Sanitaria del Coronavirus, y la Pandemia Social de la Recesión Mundial”. La frecuente relación de causa-efecto entre las crisis sanitaria y económica equipara los daños en la salud de los chilenos con la caída en los indicadores económicos.
Sin embargo, ambas crisis no son iguales y es necesario hacer algunas precisiones para protegerse de las confusiones.
El riesgo epidemiológico en nuestro país ha avanzado. Es conocido -por lo menos lo que se sabe hasta hoy- que las infecciones por Covid-19 se iniciaron en China. Es una de las tantas pandemias que han atacado al ser humano a través de la historia de la humanidad. En cada una de esas diversas pestes la voluntad humana casi no ha podido hacer nada en su origen. La intervención solo ha estado en la gestión de recursos y medidas para evitar los contagios y en la búsqueda de inmunización y de un tratamiento curativo.
Por otro lado, la llamada “pandemia social de la recesión mundial” es la crisis económica derivada de la enfermedad provocada por el virus. En el sistema económico chileno, el mercado tiene un rol protagónico. Este es el que asigna los recursos según el esquema teórico de la oferta y la demanda. Algunos le dan una categoría de sujeto independiente, regido por leyes que están más allá de la naturaleza. Sin embargo, el mercado es una abstracción, una entelequia.
Cada movimiento en la economía es producto de una decisión humana que lo altera u orienta. Con rostros serios y afectados, funcionarios, periodistas y expertos pregonan “El mercado está nervioso”, “buenas tardes, mercado”, “nada se puede hacer, el mercado es cruel”; pero este no es un ser vivo, ni menos toma decisiones. La Economía a pesar de ser llamada “una ciencia”, no es una disciplina que estudie fenómenos naturales. Estudia hechos sociales y, por tanto, dependientes de la subjetividad humana.
El uso de un lenguaje especializado y críptico siempre ha sido una muestra del deseo de manifestar poder. Los que están fuera de ese conocimiento deben aceptar casi como “verdad revelada” lo que dice el especialista. Y si está en inglés, mejor. Apalancamiento financiero, deuda subordinada, leasing, antidumping, comodities, contrato de futuro… son conceptos propios de la jerga financiera. Todos ellos expresan diferentes acciones del proceso económico. Sin embargo, al final -o al principio- existe la voluntad de una persona que puede usar, alterar o suprimir lo que estos significan.
La pandemia sanitaria que nos afecta, ciertamente, tendrá consecuencias económicas. Negarlo sería torpe. Sin embargo estas derivaciones no son impredecibles, ni autónomas, como el Covid-19. Los efectos serán los que los directorios de las grandes empresas chilenas y extranjeras quieran. Los pequeños y microempresarios, los profesionales, los trabajadores deben tener claro que los precios altos, la inflación, la cesantía, los bajos salarios, no serán 100% consecuencia del coronavirus. Un alto porcentaje de esas repercusiones será producto de decisiones y de la voluntad de empresarios y sus gremios, del gobierno y de las entidades financieras.
El paralelismo entre ambas crisis es una manera de instalar la idea de que las consecuencias económicas son una especie de fatalidad inmanejable. El lenguaje crea realidades y de tanto repetir ese vínculo, se puede terminar naturalizando esa relación de causa-efecto. Frente a esto, hay que estar atentos para que no nos “pasen gato por liebre”