¿Qué dice Fratelli Tutti al Chile de hoy?
Claudio Jorquera. Kairós New (kairosnews.info). 4 de diciembre de 2020.
El autor, aporta aquí una mirada laical, ciudadana, y del quehacer cotidiano de algunos aspectos que aborda Fratelli tutti y los confronta con nuestra realidad, en aspectos políticos, culturales y del modelo socioeconómico.
Al leer la última encíclica del papa Francisco, Fratelli tutti, da la sensación de que la había escrito pensando en Chile. Sus palabras iluminan —desde su universalidad— nuestra realidad sobre todo a partir del movimiento social de octubre de 2019. Recuérdese que la encuesta Ipso registró, entonces, que la mayoría de los encuestados pedía a los líderes nacionales “empatía y conocimiento de los dolores de la personas que viven Chile”. Pues bien, los dos ejes de la encíclica, fraternidad y la amistad social, calzan con lo demandado en nuestro país.
Ha pasado más de un año desde ese movimiento y desde ese estudio. Sin embargo, todavía hay sectores sociales que no son capaces de ver la realidad de muchos compatriotas, incluidos los hermanos y hermanas migrantes. Desde esos entornos de prosperidad no se ve —o no quieren ver— la pobreza extrema, las desigualdades, y la angustia por subsistencia digna.
En Fratelli tutti se advierte que el Papa describe esta realidad, reflejando las causas y consecuencias del entorno nacional actual, pandemia incluida. Entre éstas se hallan el no respeto de la dignidad humana, el clasismo, la discriminación, el sistema económico deshumanizado, los derechos de algunos sobre las necesidades de otros, las demandas todavía no resueltas de los familiares de detenidos desaparecidos.
Frente a la crisis del Covid-19, que ha desnudado —una vez más— la fragilidad de la existencia de muchos compatriotas, hombres y mujeres, las palabras de Francisco se hacen oír. Él pone el acento más allá de lo meramente sanitario y hace ver la dimensión económica y social de esta crisis. Destaca que el dolor y las incertidumbres han hecho aflorar los límites de la existencia y llama a replantear nuestro sentido de vida. Asimismo, señala que la supuesta seguridad económica también se derrumba. “Algunos pretendían hacernos creer que bastaba la libertad de mercado para que todo estuviera asegurado» (33).
La pobreza, escondida bajo índices macroeconómicos “exitosos”, se hace cada vez más evidente en Chile. Francisco advierte que el modelo económico que solo busca las ganancias de unos pocos “no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre. Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados». (22). «Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos» (23).
En los últimos años han llegado muchos hombres, mujeres y niños desde otras latitudes. La recepción no ha sido buena por parte de algunos chilenos. El racismo y el nacionalismo cerrado han aflorado. “Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí misma» (39).«Nuestros esfuerzos ante las personas migrantes que llegan pueden resumirse en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar» (129).
En Chile, se ha hecho manifiesta la descalificación, a través de frases irónicas o la infantilización, de algunas autoridades y parlamentarios hacia los más pobres. “Patipelados”, “frescos”, “levántense más temprano”, “regalen flores” son una muestra de esto que exaspera y provoca reacciones violentas. “Se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte» (15). «Ignorar la existencia y los derechos de los otros, tarde o temprano provoca alguna forma de violencia, muchas veces inesperada” (219).
¿Cuántas veces nos hemos sentido tensionados interiormente al ver cómo rostros de la televisión, autoridades y otros personajes se “conmueven” delante de las cámaras por el sufrimiento de los “descartados”, como los llama Francisco? El Papa también se tensiona y denuncia. “Se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en directo, incluso se adopta un discurso en apariencia tolerante y repleto de eufemismos» (76).
Se escucha con fuerza —en ciertos casos con mucha razón— la crítica a la política y a los políticos. En ciertas situaciones, esta actitud contraria y beligerante es casi un remedo de las consignas de la época de la dictadura cívico militar. “Los señores políticos”, como se los llamaba, fueron el gran chivo expiatorio para validar ese periodo oscuro de la historia de Chile. El Pontífice se pregunta: “Pero, ¿puede funcionar el mundo sin política? ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?» (176). «Una vez más convoco a rehabilitar la política, que ‘es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común’» (180).
En una actitud profética, el Papa denuncia y anuncia, desde el Evangelio, las luces y sombras de nuestro país. Señala que se ha perdido el “sabor de la fraternidad”. La mentalidad xenófoba, el desprecio hacia los débiles, la violencia verbal, la divulgación de noticias falsas a través de internet, el menosprecio de la identidad cultural, la especulación financiera donde los pobres son siempre los que pierden, son algunos de los signos de esa pérdida de hermandad.
La parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37) es la que debería orientar las acciones individuales y colectivas. Francisco llama no solo a ver al otro como un “prójimo”, sino que invita a que nosotros nos hagamos “prójimo del otro”. De esta forma se podrían experimentar política públicas nacidas de una verdadera fraternidad, porque “la inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos” (69).